miércoles, 19 de mayo de 2010

LO QUE DA PRECIO AL VIAJE ES EL MIEDO

O en su defecto cualquier otra emoción de su misma intensidad. Esta exposición es un lujo. No entro en los gustos personales y casi tampoco en las objetivas apariencias de la calidad. Es un lujo porque está pensada para el espectador. Algunos se echarán las manos a la cabeza al leer esto, pero así lo he sentido. Y cuando digo esto me refiero a la museografía, que es la que ha permitido el espacio con el cual se cuenta en el CAMA; aunque quizás no sea el idóneo, o no el que nos hubiera impresionado más a cada uno, para todos diferente, por supuesto. No comparto la idea del comisario. Nos dice que es un planteamiento de museografía “arriesgado y subversivo”; más bien lo encuentro demasiado suave en el caso de algunas obras. Pero soy consciente de que al público de Almería le puede chocar, sorprender, desagradar, agradar, hacer sonreír, en definitiva, sentir y pensar. Su recreación nos debe provocar plantearnos algunas preguntas, y sugerirnos algunas respuestas ante el mundo en el que vivimos. Incluido el mundo del arte.
La exposición esta articulada en tres partes. La primera, EL PLACER DE MIRAR, nos devuelve al clásico concepto del arte por el arte, a la contemplación de lo bello, si bien hoy lo bello ha cambiado, y los soportes para expresarlo más aún; pero eso no importa, nos rodean, nos gobiernan, han entrado en nuestra cultura visual y ya no los rechazamos. Entendemos un vídeo, un espacio, una instalación, pues no en vano son usadas por la publicidad para amenizarnos la existencia. Las instalaciones fotográficas, los fotomontajes, la fotografía ya están en nuestras casas, han entrado con la decoración, han usado los avances tecnológicos para “crear estilos”, gracias a ellas ya podemos no decir qué raro es esto o lo otro, ya nada nos extraña. Ahora lo que falta es que estos soportes los aceptemos como medios de comunicación del arte contemporáneo. Y esta exposición es por esto un lujo, nos ayuda en este aprendizaje.
CAMBIARLO TODO. Cuantas veces no pensamos en que nos gustaría cambiarlo todo. Aquí los artistas nos comunican cómo han sentido ellos esos momentos, qué les ha provocado, qué soluciones ven o qué les ha horrorizado. Son soportes similares, son creaciones artísticas, pero no buscan la belleza, en cambio, buscan el rechazo, nuestro rechazo. Nuestra necesidad de cambiar algo, de mejorarlo. El arte de nuevo como medio para sensibilizar y proponer una crítica al mundo en el que se concibe. El arte como crítica social.
En este caso, al hablar de COLECCIÓN PRIVADA, no nos referimos a la obra acumulada por un coleccionista privado que la completa con objetivos lúdicos o económicos. Aquí es privada, con dos rombos.
La exposición es completa y didáctica en su concepto. Puede que a algunos, espero que no a muchos, les haga falta una guía para no perderse en un mundo artístico al que, por desgracia en Almería, no tenemos demasiado acceso. Puede que nos gusten unas cosas más que otras, e incluso puede que nos desagraden, pero creo que tenemos con nuestra sociedad una deuda, y con el arte también, que me vale como perfecta excusa para disfrutar (y no disfrutar) de esta muestra.

miércoles, 7 de mayo de 2008

PINTURA SIN IMPOSIBLES: PACO DE LA TORRE

Para quien no lo conozca parece una petulancia, pero al pensar en él como lo que es, un artista pintor, la explicación nos viene fluida. El hombre se caracteriza por ser el animal inteligente y el ser capaz de crear imágenes, la imagen le es propia al hombre, como nos recuerda Adolfo Barberá en el texto escrito para el catálogo de la última exposición del pintor. Y es aquí donde no hay nada imposible en la pintura de Paco de la Torre. Paco es un maestro de las imágenes, no conoce lo imposible en lo que a verlas y plasmarlas se refiere, convierte lo imposible en imágenes, en imágenes secretas e íntimas hasta que él las materializa, las crea. Paco ve el mundo, lo interioriza, lo hace suyo y entonces nos muestra su interpretación.

Pero así sería muy fácil, mirar y que esa mirada nos diga todo sobre la obra, sin embargo, esto no le interesa a Paco, hay más. No con sólo ponernos ante una de sus obras se realiza el diálogo, Paco espera más del espectador, espera que las vivencias de éste, sus recuerdos, sus referentes aparezcan en ese momento y enriquezcan así la obra, el diálogo, quiere crecer también con lo que aportamos al ver, que no siempre es comprender sus secretos, quiere nuestros referentes; así al final el secreto que ha sido desvelado, mostrado, vuelve a ser secreto, ahora también nuestro, y provocado por él.

Su última exposición ha concluido esta semana en Madrid en My name is Lolita Arts, el día antes de que Arco 08 contara con una obra suya un año más. Su última exposición se llama SECRETO, y eso es precisamente lo que no me gustaría que fuera para nosotros, sus paisanos, un secreto. Porque podemos y debemos estar orgullosos de tener un creador de esta categoría que nos represente fuera de nuestra ciudad, y tenemos que saber quiénes son todos los que están y cómo están todos los que son.
Este maestro nuestro de imágenes se abre al público mostrando sus secretos, haciéndolos públicos, pero no demasiado, por algo es un miembro destacado del grupo que los críticos denominan metafísicos, desde Bonet. Ser capaz de plasmar la abstracción de un idea con imágenes descriptivas, que todos seamos capaces de reconocer, pero sin dejar de ser un poeta y un intelectual, y respetando los secretos de la historia que nos cuenta, los secretos de las imágenes que contemplamos, de manera que siempre les quede algo para ellas, algo sin contar, su secreto, no es fácil, pero Paco lo consigue.

Todos los cuadros son un secreto. “El secreto de las imágenes” nos muestra desnudos en perfecto equilibrio sobre esferas blancas dirigiéndose hacia una espiral de papel blanco en ascenso hacia un punto negro, un objetivo, pero no es el fin lo que define el cuadro, es el camino, la dificultad del ascenso de los equilibristas, lo etéreo de la espiral que parece no tener fuerza para soportar el peso, la profundidad sin referentes superfluos, sólo el juego de tamaños y proporciones, el fondo azul. “Secreto de familia”, un amontonamiento de camas de mayor a menor tamaño, perfectas, podrían estar sin sábanas, oscuras. “Secreto de confesión”, confesionarios como muñecas rusas, con ventanas como orejas, uno dentro de otro y otro dentro de él y otro y otro, y al final siempre queda algo que no se confiesa.

“Agente secreto” con aureola de santo, pero de espaldas, anónimo, mascara inversa, sombras. “Guardar el secreto”. “Secretaria” con su mundo secreto de formas blandas y plegadas. Y “Secretario” ordenado y compartimentado. “El secreto de Mies” es todo un mundo de modernidad, un tratado sobre arquitectura muy personal del autor. Y “El secreto de la palabra”, la obra que ha expuesto la Colección Arsfundum en Arco 08, en la que Paco reúne su obra “Bandas de música” con símbolos muy personales, un equilibrista y platos chinos. Así los veo yo, y así forman parte de mi secreto.

DE ALMERÍA A NUEVA YORK Y DE VUELTA A ALMERÍA,

Yo era muy serio y todos me rechazaban.
Cuando uno sufre soledad desarrolla un alma, y un alma es necesaria en el arte de crear

Tras ver las obras de Castellón yo diría que ya tenía el alma, lo que desarrolló fue una sublime y simbólica manera de expresarla: crear para él no era otra cosa que traducir ese mundo interno, rico en experiencias, en historias, la historia de otra familia almeriense que abandona su tierra y cruza el océano para mejorar. Y fue su alma la que le valió el respeto de su entorno, sus dibujos son los que le abrieron las puertas, su arte fue lo que lo dignificó.

Conocía de antes la obra pictórica de Castellón, me interesaba ese surrealismo personal y mediterráneo que me recordaba a Dalí pero que no permitía en ningún momento confusión alguna, donde el mar del sur y las montañas áridas de nuestra tierra aparecían de una manera familiar y fluida, como si hubieran estado allí siempre, donde veía las nubes densas y compactas que no amenazan lluvia, sino directamente tormentas. En la exposición me encontré dibujos, aguafuertes y litografías, que me hablaban con elementos oníricos, con símbolos universales, con un trazo virtuoso y con un dibujo fácil, que me recordaba al Bosco, y, al mismo tiempo, me parecían obras completamente contemporáneas. Disfruté, soñé y mi imaginación jugó con los personajes, daba igual que fueran reales, como en la Carpeta China, o ficticios como en las ilustraciones para la obra de Poe.

Federico Castellón era simbolista, sin embargo, la historia del arte, en la actualidad, lo cataloga como surrealista, uno de los grandes surrealistas americanos, aparece como pintor, se le estudia como ilustrador y grabador. Pero sobre todo era un comunicador con necesidad de sacar fuera de sí toda su riqueza interior, un virtuoso del dibujo que encontró en el grabado y en la litografía, una manera más asequible de arte, donde sus capacidades se sentían cómodas y podía plasmar toda la riqueza plástica que su conocimiento de la técnica y su alma necesitaban.

Tenemos en el Museo de Almería ahora una muestra rica y descriptiva de su obra gráfica, una exposición montada con algunos grandes gestos de amor y admiración. Una visita que nos habla de un hombre nacido en Alhabia, que la historia lo situó en Nueva York, casi por casualidad, y que, apoyado por su madre, consiguió ser considerado uno de los grandes de la pintura contemporánea en Estados Unidos. Todos debiéramos pasar por el museo y valorar así una exposición de calidad y colaborar en su máxima difusión, en lograr que nuestros jóvenes conozcan el alma de Castellón y su singular historia personal.

Hecho en falta, quizás, y partiendo sin duda de este trabajo, algo más de investigación, de contextualización del artista, de su entorno profesional, de la técnica, y sobre todo de la pintura. Hecho en falta que nos preocupemos más por los hijos de esta tierra que tuvieron cosas que decir y que las dijeron. Pero todo se andará.

CARMEN RUBIO SOLER

ANTONIO LLANAS EN LA GALERIA DE ANA MERCADER

Ayer fui a una exposición. Así dicho no es mucho, pero sí cuando comprendemos que lo que hemos visto es una gran exposición. Que hemos presenciado y compartido un intercambio de regalos visualmente brillantes. Y eso es lo que Antonio Llanas consigue en esta muestra en la Galería de Ana Mercader en Roquetas, regalarnos imágenes.

Después de una larga gestación conceptual, de una sensible interpretación intelectual de su entorno, comienza una labor meticulosa y cuidada en la que desarrolla su factura, trabajada y virtuosa. Si bien la obra finalizada nos puede parecer sencilla, el proceso creador ha sido largo y doloroso, una labor investigadora de materiales y de las posibilidades comunicativas de estos, una cariñosa pelea con el cuadro para que finalmente comunique la idea buscada, o la historia que persigue. Y este difícil camino termina en un diálogo amable y fácil del espectador con la obra.

Antonio mide el tiempo, lo mide gráficamente, de forma casi claustrofóbica, ¿agobiante? No ,no diría eso nunca. Sí, es cierto que nos obliga a la meditación y la reflexión, que para muchos llegará incluso a ser denuncia y compromiso social. Pero esas marcas de los días, de las semanas, el pintor las convierte en imágenes descontextualizadas que crean un ritmo musical, constante y armonioso. Esas jaulas, esas barreras nos invitan al mismo tiempo a atravesarlas, como en un rito de iniciación o de paso. Aparecen entonces los cuadros de las trasparencias, de la profundidad, de las superposiciones, imágenes que nos hablan de lo que hay detrás, de reflejos, no de sombras.

Descubrimos las ciudades de Llanas, construidas y destruidas, frágiles, como “castillos de cartas de cristal”, transparentes, quebradizas y al mismo tiempo rotundas, de peso, limpias, vacías, no interpretadas como decorados, sino frágiles protagonistas. El cristal, el vidrio, se convierten en agua, en espejos, en transparencias. Los materiales se han convertido en cómplices del pintor para transportarnos, es cuando descubrimos esa minuciosa labor en el taller. Y nos encontramos con “Ofelia”, con el agua con el alma y con el aire.

La obra de Llanas tiene esa característica de las cosas sencillas, que son fáciles y amables en el trato, que no nos intimidan. Pero poco a poco vemos más, notamos como el cuadro cambia. No es ahora el mismo que hace un rato, la luz lo ha modificado, nosotros no estamos ya en la misma posición, nos hemos movido, él sigue siendo el mismo, y ha cambiado. Entonces comenzamos a pasear de otra manera, miramos cada obra de lejos y de muy cerca, desde aquí o desde allá. Queremos reconocer nuestro mundo en esa obra, miramos el título, sonreímos. El diálogo de la obra y el espectador comienza a fluir. La galería se convierte en ese momento en un espacio escénico, eso lo sé, pero dejo de tener claro quienes son los actores (o siquiera si los hay, que los habrá). El cuadro para ser necesita del visitante y visitante deja de ser entonces espectador. Y la presencia, nuestra presencia de vida al acto. Ese es el motivo por el que la obra de Llanas se crece al visitarla, por lo que es un regalo del que tenemos que disfrutar.

Carmen Rubio Soler

viernes, 8 de febrero de 2008

SONATA INACABADA, OBRA PICTÓRICA DE ANTAC

Siempre ha presentado unidad la obra de Antonio Acosta, siempre hemos podido ver en ella riqueza de símbolos e imágenes relacionados con nuestra cultura. Y ahora hay unidad simbólica, riqueza de texturas y evocaciones constantes al mar, a la tierra, a la mirada, a la emoción. Es una obra madura.
Es una obra seleccionada para acompañar a la obra poética ganadora del primer concurso-homenaje de poesía a Manuel del Águila, de la que es autor José Manuel López-Cepero. Pero estas 25 obras, más que seleccionadas parecen realizadas para dicha obra. Parecen realizadas para la memoria de nuestro amigo Manolo.
Antonio, o Antac, como se le conoce en el mundo del arte, (yo prefiero seguir llamándote Antonio), nos presenta un conjunto de composiciones equilibradas, centradas, y paradójicamente algo atrevidas al buscar un punto de vista que nos recuerde una mirada más exagerada, más extrema, en picado, desde abajo, elevando el horizonte y dando así más cuerpo y protagonismo, quizás, ¿al mar?…; otras están inclinadas, como estiradas, evadiéndose, arrancando a volar, sensación a la que somos más sensibles al elevar el centro de atención de la composición.
Las texturas respetan el equilibrio y la composición, son limpias y apoyan al color, no pretenden quitarle su papel, ellas son, y existe tal abrazo entre ellas y la obra que no dejamos de verlas y disfrutarlas.
Pero a pesar de tener una composición correcta y un trabajo maduro de texturas, la obra no es abstracta. Los símbolos, las figuras y los elementos, que le dan el punto poético para que nos encaje perfectamente con la Sonata Inacabada de López-Cepero, forman un universo de imágenes en el que aparecen constantemente miradas, semblantes, ojos que expresan, que comunican su propia versión de los poemas, su personal emoción ante las palabras, la música, la voz del poeta. Acosta completa así el poemario, nos ayuda a los que nos encontramos más cómodos en el lenguaje visual, complemente otra obra, colabora en una visión global, en un homenaje que, para ser completo, debería ser también musical, corporal, escultórico, flamenco…, como era Manolo.
Antonio nos muestra aquí su obra más madura, más reposada, una obra en la que algunos, los de siempre, podemos ver su desarrollo artístico desde el principio, desde que ya intuía el valor del objeto, del símbolo; ese objeto que, metafóricamente, se paseaba entre las manos de los espectadores-observadores-miradores en una exposición, sin que apenas repararan en él, pero que dominaba todo el concepto comunicado por el artista.
Antonio aquí nos muestra que lo que vale vale, que se puede ser conceptual y figurativo, dar valor a la composición tanto como al mensaje, trabajar junto a otros artistas y engrandecer la aportación de todos. En el arte hay que ser generoso.
Hemos podido ver esta exposición en la capital, pero este verano la podremos disfrutar en la provincia, el IEA la lleva a Nijar, Vicar, El Ejido, Olula, Macael, EL Alto Almanzora, etc.

miércoles, 9 de enero de 2008

LA PRESENCIA DE UN ARTISTA UNIVERSAL

Nos empeñamos a veces en no olvidar a los seres queridos. Y para ello adornamos nuestra vida con imágenes que, en ocasiones, nos duelen, pero es lo que hubieran querido “ellos”, o eso creemos, o eso nos interesa que se crea. Otros se dejaron su alma en sus obras, vaciaban su mundo en nuestro mundo, regalándonos las imágenes que interpretaban, las reflexiones más íntimas sobre aquello que admiraban, expresadas mediante luces y colores. La presencia de estos últimos será eterna, no dependerá de aquellos a quienes dejaron aquí recordándolos, no necesitará de sonidos ni palabras ni reflexiones de otros. Bastará con su obra, con su pintura, con la presencia, la huella que dejaron en ellas, su forma de ver, su pasión por la vida, plasmada en aquello que les serbia para ser, para estar, para permanecer, sus obras.
Carlos Pradal hablaba de “la presencia real del pintor en su obra”, como la verdad de cada artista, la que gritan aquellos que necesitan comunicar. Pero esta verdad no tiene porque ser siempre una denuncia, una crítica, puede ser tan solo el íntimo sentimiento de un instante, de una mirada, del aire que deja tras de sí una paseante. Puede referirse a manifestaciones culturales de arraigada tradición que nos mueven por dentro con un sinfín de matices emocionales, que se identifican con imágenes fijas de movimientos titánicos como sus cuadros de toros, sus tauromaquias, o sus cantaores flamencos, con sus quejíos profundos de hombres que sufren, aman y viven. O puede ser una escenografía desgarrada sobre el exilio y sus efectos, o una serie de dibujos, a plumilla, para un periódico de izquierdas o, simplemente, un grabado sobre un poema de Lorca.
Pero la verdad puede estar también en el apunte de la sonrisa de un niño, en un retrato instantáneo, en un autorretrato como ejercicio de autoconocimiento, mirando hacia el interior de si mismo mientras, la mirada hacia el espectador, nos habla de extroversión, para la que no todos estamos preparados. La verdad, la presencia, no necesita de grandes temas para estar.
Su pintura es vital, es, al mismo tiempo, un proceso intelectual de reflexión e interpretación. Un objeto, cualquiera que sea, tiene un espacio alrededor, donde no está, pero que lo moldea, modela y acaricia, y que provoca reflejos, luces, colores y sombras y le hacen cambiar a cada instante, esa es su verdad. Pradal elegía una verdad y le era fiel.
Es por todo ello que, un homenaje a un Hombre así, se ha de basar en sus obras, en su pintura, en sus dibujos, en la evolución de su técnica, en los cambios de luz a lo largo de su carrera, en la elección de sus temas. Incluso en sus escritos, pocos, pero naturales, sencillos y profundos, sobre pintura, o sobre toros, sobre amigos o sobre la vida, pero textos, opiniones y sonidos que Carlos nos dejo llenos de fuerza y de verdad. Y, con su permiso, el mejor homenaje es que se le sepa, que se le mire, que se atienda en su obra.
Carlos Pradal era así, limpio, humano, transparente, entrañable, de verdad. Nos dejó todo su ser en su obra, que es como él y que no necesita de más. Solo hay que saber ver, querer ver lo que él quiso mostrar.

viernes, 9 de febrero de 2007

JOAQUÍN PEINADO, con su pequeño “deje” de acento andaluz.

Una vez disertaba D. Joaquín delante de unos jóvenes estudiantes acerca del clasicismo. Hablaba lenta y pausadamente con su voz ligeramente gangosa y aquel pequeño deje de acento andaluz, desarrollando la idea sin alejarse nunca del tema que se había propuesto… se mostró aquel día, en aquella charla, más joven que aquellos jóvenes que le escuchaban, abriéndoles las puertas del arte moderno, combatiendo los prejuicios del academicismo y demostrando un abertura de espíritu descomunal, que respetaba todas las formas de creación con tal que fueran motivadas por una verdadera inquietud.
No puedo dejar de recordar con estas palabras al pintor que nunca conocí, palabras escritas por Carlos Pradal pocos días después de la muerte de Peinado, de D. Joaquín. Ambos formaban parte de la Escuela de París, en diferentes generaciones, de los pintores españoles que desarrollaron allí su trayectoria profesional. Del grupo de exiliados que marcaron una época y que han traspasado fronteras, han vuelto a su tierra y la han enriquecido. Pena de un retorno que solo han disfrutado las obras y no los creadores, pena de una cultura que fue obligada a extenderse fuera de sus tierras, que fue obligada a ser internacional y a privar a su tierra natal, a la madre tierra, a la patria del enorme espiritú creador de sus hijos. Y así me gustaría que se viera la obra de D. Joaquín (quiero llamarlo así, como lo hizo Carlos), como una obra de ida y vuelta que dirian los flamencos.
Esa capacidad para la comunicación visual, para entender y hacerse entender, para transmitir el universo visual es lo que nos ofrece esta exposición. Una caminata de cincuenta años por sus creaciones, por sus bodegones, figuras y paisajes a lo largo del pasado siglo. Es de agradecer para los que como yo, durante la Transición, comenzamos a saber de esos pintores exiliados: nos llegaba más documentación gráfica de sus vidas que de sus obras, conocíamos sus rostros de apóstoles, pero menos sus pinturas, les veíamos en fotografías como compañeros del exilio, como coleccionistas (importantes son en nuestro recuerdo las que comparten con Rodriguez Sahagún), pero no contábamos con demasiados catálogos, y mucho menos con la información disponible en internet. Hoy el Museo de Peinado y exposiciones como ésta nos lo dan a conocer profundamente, por fin.
Hoy he identificado épocas alegres, bodegones de color que se relacionan con el hombre de mirada profunda y amplia sonrisa, paisajes urbanos de dibujo duro y escasa pintura que se podían reflejar en alguno de sus autorretratos, y la armonía minimalista que no necesita más de lo imprescindible para transmitir la verdad de un paisaje, repetido y distinto, estudiado desde su verdadera inquietud.
El Centro de Arte, el CAMA, esta lleno de D. Joaquín. En esta exposición he podido recordar al amigo entrañable del que me hablaba Carlos, al creador, al pintor, y al no pintor, como diría Gerard Xurriguera, otro de sus grandes amigos. He disfrutado al artista andaluz al que la madurez y la vida fuera le impulsaron a comprender el mundo con poco sin olvidar su pequeño “deje” de acento andaluz.